La moda de los marginados quiere marcar la pauta
- Alicia Gutiérrez Montoya
- 1 oct 2016
- 3 Min. de lectura
A la industria no le basta con adaptar el estilo de los ghetos y convertirlo en tendencia. Ahora tiene el ojo puesto en un grupo de diseñadores que han nacido en estas zonas desfavorecidas.

Al este de Brooklyn se encuentra East New York, uno de los barrios más peligrosos de la ciudad. Olvidado por la mayoría de los neoyorkinos, los medios se encargan de recordarles los altos índices de robos y asesinatos que se dan dentro de su perímetro, así como de la pobreza que reina en sus calles. Allí nació Shayne Oliver, artífice de la marcaHood by Air, un diseñador que ahora está en boca de todos y que, sin embargo, se formó en una escuela pública, algo poco habitual en el sector de la moda americano. Su trabajo, entre la estética japonesa, el hip hop y lo cyber, le ha valido una mención por el conglomerado de lujo LVMH, el benelplácito de Rihanna o Kanye West y el cartel de “agotado” en las tiendas de VFiles y Opening Ceremony. La industria ve en sus creaciones un soplo de aire fresco. Oliver, sin embargo, cree que su trabajo responde a los dos mundos que le ha tocado vivir: “El ámbito artístico del sur de Manhattan y ese otro lugar que me encontraba cuando volvía a casa”, declaraba en Style.com.
En todas las ciudades, un amplio porcentaje de las clases medias mira con recelo a los ghetos que se extienden alrededor del casco urbano. Allí crecen jóvenes que son conscientes de que el sistema les ha dado la espalda, y han desarrollado formas de combatirlo o de separarse aún más de él. En estos barrios hay violencia, pobreza y disturbios constantes, pero también un sentimiento de pertenencia que se plasma, entre otros factores, en sus formas de consumo y, sobre todo, en su estética.

Oliver es uno de los pocos diseñadores negros que están triunfando en la liga de los grandes nombres. Por eso, mientras Hood By Air desfilaba entre aplausos en Nueva York, la galería Pratt de Manhattan inauguraba el pasado invierno la exposición Black Dress, que albergaba los diseños de un puñado de diseñadores afroamericanos cuyos nombres no suenan en las publicaciones reconocidas, pero su influencia es rastreable en muchas de sus páginas. Sin ir más lejos, el código indumentario del Hip Hop marca hoy la pauta de las tendencias gracias al encumbramiento de A$ap Rocky, Kanye West e incluso Run DMC como iconos de la moda internacional. Ahora sus estrellas visten (y nombran en sus canciones) Margiela, Balenciaga o Haider Ackermann, pero dicha subcultura siempre se ha caracterizado por consumir logos conocidos por el gran público, grandes cadenas de oro y enormes gafas de sol que combinaban con unos andares pretendidamente altivos y unos pantalones anchos, los swagging pants, que recordaban explícitamente a los amplios uniformes carcelarios que lucían forzosamente los afroamericanos en prisión.
Reivindicación del derecho al lujo. Esa es, paradójicamente, la práctica que vincula a todos los sectores marginados de cada país. El gheto, esté donde esté, viste de marca, y gasta en ropa más que muchos individuos de clase media.
Por eso hace algunos años un pub de Leicester prohibió a sus asistentes ir vestidos de Burberry. Los famosísimos cuadros de la firma eran y son los favoritos de los chavs, esos jóvenes ingleses cercanos al movimiento hooligan que residen en ghetos, viven desempeñando trabajos basura o aceptando prestaciones sociales y son objeto de mofa por parte del resto del país. Burberry, junto a otras marcas arraigadas a la tradición británica son la forma en la que los 'chavs' expresan su pertenencia a una nación que les da la espalda. La firma, cansada de ser asociada con este grupo social, reestructuró su identidad y su estética hace una década, contrató a Christopher Bailey y se convirtió en lo que hoy es, la marca de éxito que llena los armarios de los británicoscool.
La moda de alta gama siempre se ha alimentado de las subculturas y los estilos que nacen a pie de calle pero normalmente los han reformulado para adaptarlos a su público, tan elitista como deseoso de novedades. Ahora, sin embargo, son los propios diseñadores, nacidos o en permamente contacto con las zonas marginales, los que están viendo cómo la industria los acoge y aplaude sus creaciones. El caso de Hood By Air es sólo el primero de muchos.
Con esto podemos entender que no debemos ser tan superficiales y fijarnos de donde proviene un diseñador, cuando lo que es más valioso son los trabajos y diseños que lleva a cabo con su gran imaginación.
Comments